BUREAU OF PUBLIC SECRETS


 

 

De Dominio Público

— Observaciones sobre la elección de Trump —

 

 

Es cierto que las tendencias populares irracionales exigen algunas veces discreción. Pero aunque puedan ser poderosas, no son fuerzas irresistibles. Contienen sus propias contradicciones. Ceñirse a alguna autoridad absoluta no es necesariamente un signo de fe en la autoridad; puede ser un intento desesperado de superar las dudas crecientes (la tensión convulsa de un asimiento que resbala). Quienes se unen a bandas y a grupos reaccionarios, o caen en cultos religiosos o histeria patriótica, están buscando también un sentido de liberación, conexión, propósito, participación, poder sobre su vida. Como Wilhelm Reich mostró, el fascismo da una expresión particularmente dramática y vigorosa a aquellas aspiraciones básicas, lo que sucede porque con frecuencia tiene un encanto más profundo que las vacilaciones, compromisos e hipocresías del progresismo y el izquierdismo. A la larga la única forma de derrotar a la reacción es presentar expresiones más francas de estas aspiraciones, y oportunidades más auténticas de cumplirlas. Cuando los asuntos básicos son forzados a salir al dominio público, las irracionalidades que florecían bajo la tapa de la represión psicológica tienden a disminuir, como los bacilos de la enfermedad expuestos a la luz del sol y el aire fresco.  —El placer de la revolución

 

La campaña de Donald Trump ha sacado a la luz algunos aspectos muy sucios de la sociedad estadounidense. No son de buen ver, pero probablemente sea mejor que estén ahí fuera donde todos podamos verlos y nadie pueda negarlos. También ha revelado algunas quejas genuinas que habían sido ignoradas y es bueno que estas, también se hayan aireado.

Los inconvenientes de la victoria de Trump son numerosos y demasiado obvios. Pero me gustaría señalar algunas posibles ventajas.

En Beyond Voting (Más allá del voto) destaqué que la campaña de Trump estaba acelerando la autodestrucción del Partido Republicano. Supuse que probablemente perdería y que entonces se desataría una amarga guerra civil sobre quién tenía la culpa, lo que les dificultaría mantenerse unidos y considerarlo como una casualidad puntual. Pero creo que su victoria será aún todavía peor para los republicanos.

Esto puede parecer algo extraño, teniendo en cuenta que los republicanos poseen ahora la Presidencia así como las dos cámaras del Congreso. Pero creo que va a ser como el conocido dicho del perro persiguiendo a un coche: ¿qué sucede si el perro realmente alcanza al coche?

Cuando el poder se reparte entre una Presidencia Demócrata y un Congreso Republicano, cada parte puede culpar a la otra de la falta de logros positivos. Pero ahora que los republicanos tienen el monopolio, no cabrán más excusas.

Imagínate que eres un político republicano. Has sido reelegido. Hasta aquí todo bien. Pero las personas que te votaron, tus colegas y tu nuevo líder lo hicieron con la idea de que iban a lograr algunas mejoras espectaculares en sus vidas. ¿Qué sucederá cuando realmente tengas que cumplir algunas de las cosas que prometiste?

Durante los últimos seis años has dado tu voto en decenas de votaciones sin sentido para revocar el Obamacare (La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible del gobierno de Obama), diciendo que querías reemplazarlo por algún plan mejor de los Republicanos. Ahora es el momento de la verdad. Si no lo derogas, tendrás a millones de personas gritando por tu traición. Si lo derogas ¿dónde está ese maravilloso plan al que de alguna manera sabías que nunca iba a llegar? Ese plan es, por supuesto, inexistente, no es más que la habitual y simple retórica de los mercados libres que conduce a precios más bajos. ¿Crees que los 22 millones de personas recién aseguradas, muchas de las cuales votaron por ti, estarán encantadas de ser privadas de su seguro Obamacare para encontrarse de nuevo en su situación anterior? Es muy impopular (y también muy complicado) deshacer los beneficios que la gente ya está acostumbrada a tener.

Por otra parte, ten en cuenta que el Obamacare es esencialmente un plan republicano (“Romneycare”), ligeramente modificado por Obama — un timido conjunto de parches, para responder a la grave crisis de la salud en Estados Unidos. Un programa tan torpe es comprensible que no sea muy popular. Por el contrario, los programas sociales más populares en Estados Unidos, y que llevan siéndolo durante décadas, son el Seguro Social y el Medicare (que Paul Ryan quiere ahora desmantelar). Como señaló Eisenhower: “Si algún partido político intentara abolir la seguridad social, el seguro de desempleo, eliminar las leyes laborales y los programas agrícolas, no volverías a oír hablar más de ese partido en nuestra historia política. Hay un pequeño grupo disidente, por supuesto, que cree que puede hacer estas cosas. Entre ellos están algunos millonarios del petróleo de Texas, algún político o algún hombre de negocios. Su número es insignificante y son estúpidos”. Ahora, al parecer su número ya no es tan insignificante en tu partido. ¿Estás listo para tirarte al precipicio con ellos?

Algunas de sus bases siguen siendo vehementemente contrarias al aborto y al matrimonio gay, pero la mayor parte del país no lo es. ¿Vas a tratar de deshacer los derechos reproductivos o la igualdad de matrimonio en todo el país? Si no, ¿vas a volver al caos de “dejarlo para los Estados”?

Y si hablamos de pesadillas logísticas, ¿qué hay de tu famoso muro mexicano? ¿Vas a comprometerte realmente con un proyecto tan absurdo, que no logrará nada y costará cientos de miles de millones de dólares? Y por cierto, después de haber dado a los ricos muchas más exenciones fiscales y canalizar gran parte del resto del presupuesto hacia el ya hinchado Pentágono, ¿de dónde saldrán los fondos para esos proyectos?

Lo mismo ocurre con las mejoras en infraestructuras que Trump ha prometido. Esta es una de sus pocas propuestas sensatas: aceleraría la economía y crearía millones de puestos de trabajo, lo que a su vez generaría más ingresos fiscales. Pero conseguir que se ponga en marcha, requerirá financiación del déficit, lo que va totalmente en contra de las políticas de austeridad que han sido predicadas como un evangelio por su partido durante décadas. ¿Reactivar la economía u ortodoxia partidista? ¿Por cuál de las dos opciones estás?

El racismo ha sido uno de los fundamentos clave de su partido desde que Nixon inauguró la “Estrategia del Sur” hace cincuenta años, pero por lo general ha sido discreta y negada. Ahora esa conexión es de dominio público. Muchos de los partidarios más fervientes de Trump ya están celebrando su victoria acosando a gente de color en su nombre. ¿Cómo vas a desmarcarte de esto?

Tu partido ya se encaminaba hacia una guerra civil entre sus componentes opuestos entre sí (élite financiera, tea party, neoconservadores, libertarios, reaccionarios religiosos y los pocos moderados que quedaban). A esas divisiones se suman ahora los antagonismos entre el nuevo líder y los que se oponen a él. Bush por lo menos tenía el juicio suficiente para saber que era un testaferro incompetente y de buen grado dejó que Cheney y Rove dirigieran las cosas. Trump piensa que es un genio y cualquiera que no esté de acuerdo con él, será agregado a su ya larga lista de enemigos.

También es muy imprevisible, y por esto al principio el establishment republicano le temía. Ha propuesto cosas como los límites del mandato del Congreso que los políticos republicanos no quieren en absoluto, mientras que por otro lado ahora está considerando no revocar el Obamacare, tal vez porque se ha dado cuenta de lo compleja y arriesgada que podría ser tal decisión. ¿Quién sabe en qué otras cosas avanzará o retrocederá?

Además, todo este espectáculo es de dominio público. La suavidad de Obama le permitió escapar a la responsabilidad de los crímenes de guerra, de las deportaciones masivas y todo tipo de compromisos corporativos (ni un solo banquero criminal procesado) con poca gente prestando atención a estos hechos y menos aun protestando. Esto no le sucederá al Presidente Ubú y a su administración de “cochecito de payasos” (Clown Car). El mundo entero estará observando y cada detalle será examinado y debatido. Aparecerá tan feo como lo es en realidad, y te asociarán a él para siempre. Ya no estás en el Partido Republicano, estás en el Partido de Trump. Tú lo compraste, tú lo tienes.

Si yo fuera este imaginario político republicano, no me sentiría muy seguro respecto al futuro de mi partido.

Mientras tanto, el Partido Demócrata se enfrenta a su propio ajuste de cuentas.

Los apologistas demócratas están tratando de darle las culpas a uno u otro factor en concreto: el colegio electoral, la supresión de los votantes, las campañas de terceros, el anuncio de Comey, etc. Pero estas elecciones no deberían haber sido tan ajustadas como para que alguno de esos factores tuviera importancia. Los demócratas se enfentraban al candidato más insólito en la historia de Estados Unidos. Podía haber sido una victoria por goleada.

Con Bernie Sanders probablemente lo hubiera sido. (Una encuesta nacional post-electoral lo muestra ganando a Trump 56-44.) Era el candidato más popular en el país, mientras que el índice de aprobación de Hillary Clinton era casi tan negativo como el de Trump. Las encuestas mostraron constantemente a Bernie derrotando a Trump y a todos los demás candidatos republicanos por amplios márgenes, mientras que Hillary tenía resultados apretados contra todos e incluso perdiendo con algunos de ellos. Por otra parte, la popularidad de Bernie recortó las líneas divisorias entre los partidos, apelando no sólo a los demócratas, sino a independientes e incluso a un gran número de republicanos. Mientras Hillary cortejaba a los donantes de Wall Street y a las celebridades, Bernie estaba atrayendo a multitudes que eran diez veces más numerosas que las que ella manejaba, incluyendo a miles de jóvenes entusiastas que habrían viajado por todo el país para trabajar por él (como lo hicieron en menor medida para Obama en el 2008). Mientras Hillary estaba constantemente a la defensiva, Bernie habría tomado la ofensiva y habría dado el impulso en una dirección progresista por todo el país. Habría ganado fácilmente los tres estados de Rust Belt (Cinturón Industrial) que le costaron a Hillary la elección, probablemente también habría ganado algunos de los otros estados bisagra que perdió y hubiera sacado provecho dándole la vuelta al voto adicional en las urnas para recuperar el Senado y tal vez incluso poner el Congreso en juego.

Pero el establishment del Partido Demócrata prefirió arriesgarse a perder con un candidato leal a la maquinaria en lugar de arriesgarse a ganar con un radical independiente, cuyo movimiento podría haber desafiado sus cómodas posiciones. A pesar del hecho de que Hillary tenía un montón de antecedentes (alguno realmente malo y muchos que fácilmente podrían aparecer como tales), además de ser la perfecta encarnación de la superficial y autocomplaciente elite y defensora a largo plazo de las políticas neoliberales que habían asolado el país (especialmente en el Cinturón Industrial), sacaron toda la parafernalia para imponerla como “inevitable”, mientras despedían a Sanders, presuntamente, por “poco realista”.

En realidad, las soluciones supuestamente poco realistas que Sanders proponía eran apoyadas por la gran mayoría de la población. Hillary adoptó bajo presión y tardíamente versiones descafeinadas de algunas de estas propuestas, pero poca gente creyó que fuera lo suficientemente sincera como para luchar por ellas como lo habría hecho Sanders. Su campaña mayoritariamente era como lo de siempre: “¡Defiende el status quo! ¡Tienes que votar por mí, porque mi oponente es aún peor!”

No funcionó. Las entrevistas con los votantes de Trump revelan que aunque muchos de ellos eran realmente racistas, otros muchos no lo eran (gran parte de ellos había votado previamente a Obama). Pero estaban enfurecidos con el establishment político nacional, que los había abandonado y querían que alguien lo “sacudiera” y lo “limpiara”. Bernie habló a esos sentimientos, Hillary no lo hizo. Debido a que Bernie no estaba en la votación electoral, decidieron enviar un gran mensaje de “que te jodan” votando por el otro supuesto “outsider”, que al menos afirmó que haría eso. Otros muchos no fueron tan lejos, pero enviaron un mensaje similar al quedarse en casa. Otros, por supuesto, votaron por Hillary, incluyendo a la mayoría de los partidarios de Bernie; pero sin entusiasmo.

El establishment del Partido Demócrata es el responsable final de este miserable resultado. Millones de personas lo saben y ahora están tratando de averiguar qué hacer al respecto: cómo romper la maquinaria del partido, cómo separar al partido de su dependencia corporativa y transformarlo para que pueda ayudarnos ante los desafíos a los que nos enfrentamos. Les deseo lo mejor, pero no será fácil deshacerse de una burocracia tan atrincherada y corrupta, sobre todo porque muchos elementos de esa burocracia se van a presentar ahora como héroes que resisten al gobierno de Trump. Será difícil para este partido conservar un mínimo de credibilidad si no se une al menos a un programa progresista de tipo Sanders. Ese tipo de programa está lejos de ser una solución suficiente a las crisis globales a las que nos enfrentamos, pero al menos podría afirmar que es un paso en la dirección correcta. Cualquier cosa menor será una farsa.

Mientras tanto, con el monopolio del control de los republicanos sobre el gobierno, incluso aquellos que normalmente se centran en la política electoral deben darse cuenta de que durante algún tiempo, la principal lucha estará fuera de los partidos y fuera del gobierno. Serán acciones participativas de base o nada.

Durante las próximas semanas y meses se desarrollarán nuevos movimientos de protesta y resistencia respondiendo a esta estrafalaria y aún muy impredecible nueva situación. En este punto es difícil predecir qué formas tomarán tales movimientos, excepto notar que casi todos parecen reconocer que nuestra prioridad número uno será defender a los negros, latinos, musulmanes, LGBT y otros más directamente amenazados por el nuevo régimen.

Pero también tendremos que defendernos a nosotros mismos. El primer paso para resistir a este régimen es evitar dejarse atrapar demasiado por él — siguiendo obsesivamente las últimas noticias sobre él y reaccionando impulsivamente ante cada nuevo ultraje. Este tipo de consumo compulsivo de los medios fue una parte de lo que inicialmente nos llevó a esta situación. Tratemos este espectáculo de payasos con el desprecio que merece y no olvidemos las cosas fundamentales que todavía cuentan: elegir nuestras batallas, pero también continuar alimentando las relaciones personales y las actividades creativas que hacen que la vida valga la pena. De lo contrario, ¿qué defenderemos?

En última instancia, tan pronto como podamos recuperarnos, tendremos que volver a la ofensiva. Ya teníamos que enfrentarnos a severas crisis globales durante las próximas décadas. Tal vez este desastre nos sacudirá para unirnos y abordar estas crisis más pronto y más sinceramente de lo que lo haríamos de otra manera, con menos ilusiones sobre la capacidad del sistema existente para salvarnos.

BUREAU OF PUBLIC SECRETS
16 de noviembre, 2016

 


Versión española de Out in the Open: Remarks on the Trump Election. Traducción de Victor Ferre.

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